martes, 1 de marzo de 2011

cambios de forma permanentes

HISTORIA DE LA PERMANENTE

El ocho de octubre de 1906, el peluquero alemán Karl Nessler mostró al mundo una tecnología que cambiaría literalmente la forma del cabello durante el siglo siguiente. Después de años de experimentación, incluyendo dos intentos que casi incineran completamente el cabello de su esposa Katharina, Nessler perfeccionó finalmente un tratamiento químico con el que conseguía rizos permanentes en cabellos lisos.
Nacido en 1872 en la pequeña ciudad de Todtnau (Selva Negra), Nessler comenzó sus estudios, que continuó de por vida, sobre el cabello humano como aprendiz en una barbería una vez que finalizó sus estudios escolares. Mientras trabajaba y estudiaba en ostentosos salones de Ginebra y París, comenzó a experimentar el empleo de fuertes álcalis y el calentamiento del pelo. Al principio el proceso era peligroso y poco fiable, pero Nessler y los valientes sujetos con los que experimentaba, perseveraron hasta que el proceso fue comercialmente viable.
La patente que finalmente recibió Nessler en 1909 describió un proceso mediante el cual el cabello se envolvía firmemente alrededor de un rodillo de metal, tratado con hidróxido de sodio y luego calentado durante 10 minutos con unas pinzas cilíndricas que previamente se habían colocado sobre una llama de gas.
Aunque los clientes seguían arriesgándose a quemaduras y a la pérdida de sus rizos, Nessler encontró un proceso lo bastante fiable como para que la vanidad se enfretara a los peligros. En 1911, ya había un número suficiente de mujeres deseando pagar el caro proceso del inventor (que para entonces había cambiado su nombre por el más afrancesado de Charles Nestle) como para permitirle abrir un salón en Londres, ciudad en la que se había asentado junto a su esposa, y al que llamaron “Casa del Rizo Permanente”. La invención de Nestle se hizo tan popular que incluso le llamaban mujeres acaudaladas de París que querían que el propio inventor les hiciera una permanente.
Cuando irrumpió la Primera Guerra Mundial, las autoridades británicas confiscaron su negocio y le internaron como “enemigo extranjero”. Nestle consiguió escapar del campamento de internamiento y en 1915 llegó a Nueva York, con el nombre falso de Señor Miller. En Nueva York, había miles de imitadores que ya vendían rizos permanentes usando su proceso, pero Nestle fue capaz de sacar provecho de la pobre calidad que ofrecían esas versiones “piratas” y pronto fundó un salón de éxito en la Calle E 49.
Para 1927, ya daba empleo a casi 500 personas y vendía anualmente miles de máquinas para hacerse la permanente en casa (ver foto izquierda). En 1928 vendió su negocio y la patente por 1,5 millones de dólares. Antes de que finalmente perdiera buena parte de su fortuna en el crack bursátil de 1929, envió miles de dólares y donó 34 toneladas de ropa a Todtnau para aliviar la pobreza causada por la rampante inflación y el desempleo que golpeaban a Alemania a comienzos de la década de 1920.
Aunque el proceso Nestle fue remplazado con otras técnicas que empleaban menos químicos caústicos y temperaturas más bajas, el núcleo de su visión (que nadie con pelo liso tiene que permanecer por siempre en ese estado, siempre que tenga tiempo y dinero para evitarlo) ha permanecido a lo largo de décadas de cambiantes tendencias y ha sobrevivido a no pocos desdenes.

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